por Luis Gustavo Ramírez
En el arte marcial japonés existe un acto de sujetar la ropa del adversario para luego ejecutar una técnica de desbalance, proyección o inmovilización. Este acto es llamado Kumi Kata. El secreto de la técnica está en que el que sujeta no endurezca sus brazos pues al hacerlo su postura se torna inestable, y anuncia “telegráficamente” la técnica que realizará por lo que el adversario puede revertirla y hacerla fracasar. Este fallo de tensar las manos o los brazos se da por temor, ansiedad, inseguridad o estrés. Es un problema del ego, del “YO” interior.
Así en nuestra vida determinar ser, tener o hacer es enfocarse sin duda en el centro del yo, es, por así decirlo; dejar todo lo de valor para satisfacer el ego a través de esfuerzos diarios que sumergen alma, mente y cuerpo.
En orden de prioridad el ser humano se enfoca primeramente en satisfacer su ego (ser) para sentirse realizado o completo. Comenzando por ahí y cuando no logra que los ojos que lo rodean se inclinen hacia él, inicia entonces su camino hacia el hacer, es en este momento cuando decide prepararse para ampliar su conocimiento y así enriquecer su mente y lograr salir de la masa: distinguirse, o bien sentirse preparado para los retos que anteceden al éxito esperado.
Si no se siente totalmente aceptado con la etapa del hacer entonces da un paso más allá; o quizá podríamos decir que”sube” un escalón decidiendo iniciar su afán de posesión (el tener).
Ejemplo de desbalance en un combate
El tener o poseer busca que los ojos de la sociedad, el estrato de esta o los de las personas que le interesa atraer puedan volverse a este ser humano. Aquí se inicia la materialización de un medio - sea automóvil, transporte, casa más lujosa, última tecnología, viajes o accesorios- que lo destaque para llegar al fin: sentirse valorado ante la sociedad o el mundo que lo rodea.
Estos tres estadios de ser, hacer y tener pueden llevar al individuo; si no hay una adecuada sabiduría y madurez, a afanarse por conseguir lo que se quiere. Esta ansia al fin y al cabo de poder, lo convierte en un ser inferior al propósito por el que fue creado; debido a que el afán afecta su paz interior pues su pensamiento se enfoca en lograr, a como dé lugar, lo que se ha propuesto.
El medio ambiente pone la semilla, sin embargo el corazón es el que decide envenenarse con todos estos estímulos nocivos y darle el crecimiento: si no se es, no se tiene o no se hace tal o cual cosa la misma sociedad se encarga de aislar al individuo.
Es así como diariamente vemos publicidad por todos los medios de: estar en forma (prácticamente adelgazar), cambie su vehículo, amplié o compre casa, invierta en valores, adquiera el último grito de la moda, asista a actividades o conciertos y pertenezca al Jet Set; sin contar los innumerables anuncios subliminales que “empujan” al precipio de decidirse ser, hacer u obtener algo de la forma menos adecuada. En pocas palabras: la sociedad altamente consumista nos empuja a estar al nivel de otros con un estatus muchas veces superior al nuestro.
La tensión hace que no podamos ver una alternativa correcta
Debido a que los medios económicos no son a veces suficientes; el ser humano se endeuda para estar dentro del nivel o estrato en que quiere desenvolverse y así tener la aceptación del mundo; se venden así, por poco precio, la paz, tranquilidad e identidad. Todo esto trae consigo lo que se explica como endeudamiento, los trastornos digestivos, la tensión emocional, el insomnio, el cansancio crónico y enfermedades, alteraciones hormonales, la bulimia, anorexia, esquizofrenia, anemia, y otro tanto de padecimientos, que no necesariamente vienen por contacto físico o sexual.
Perdiendo el enfoque y enfrascados en problemas por nuestro afán, al último que recurrimos, si es que lo hacemos, es a Dios, se nos pasan las 24 horas y no buscamos un momento para encerrarnos en nuestra habitación y pedir Su guía y Su ayuda, vemos el mundo visible pero no la mano poderosa que nos dió la vida y que nos acompaña y así, sin él queremos salir victoriosos.
Así como nuestros hijos pequeños nos piden ayuda cuando tienen un problema más grande que ellos, así Dios es mayor que todos nuestros problemas. El asunto es que hasta que estamos en el fondo del fango y hundiéndonos en arenas movedizas pedimos ayuda, sin embargo aunque para nosotros es ya demasiado tarde; para Dios si hay solución; para él nunca es tarde. En su palabra podemos confiar porque es vigente, efectiva, santa y poderosa.
La Biblia dice: No temas porque yo estoy contigo, no te angusties porque yo soy tu Dios; te fortaleceré y te ayudaré. Te sostendré con mi diestra victoriosa (Isaías 41:10).
El Señor Jesús dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28)
Entonces mi amigo, mi amiga qué esperas para buscarlo y llamarlo a tu vida; si recibes a Cristo como Señor y Salvador tu vida cambiará para bien. El toca a la puerta de tu corazón: la decisión de abrirle es tuya.
El es Poderoso para levantarte.
Dios te bendiga.
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