Katana: espada japonesa usada por los samurai; guerreros del Japón medieval
Dentro del concepto y estudio oriental del manejo de la espada los entrenamientos deben ser rigurosos, de forma diaria, realizado una y otra vez cada técnica; preparando no solo la mano que la empuña sino todo el cuerpo; el fin de este entrenamiento es llegar a la iluminación, lo que ellos llaman el estado del Satori; que alcanzan, dicen cuando uno se olvida de uno mismo y empieza a vivir y disfrutar cada instante: diría un maestro: dormir cuando se tiene sueño y comer cuando se tiene hambre.
Es así como a través de las prácticas metódicas, repetitivas y extenuantes el neófito va dejando su ego a un lado para percibir en lo profundo de su alma el misticismo; en la palabra de Dios leemos que Juan el Bautista dijo con respecto al Señor Jesucristo: “ Es necesario que él crezca, pero que yo mengue” ( San Juan 3:30).
Así con el entrenamiento se logra que la espada o cualquier otra arma sea una extensión misma de nuestro cuerpo; es como si nuestro brazo se volviera más largo pues nos acostumbramos al peso, forma, estructura y balance que el arma tiene; ahora podemos entender cuando la Biblia narra que a los guerreros se les pegaba la espada en sus manos: es decir el arma era una con ellos.
La palabra de Dios es Espada que debe ser extensión de nosotros, guardada e impresa en el alma y ceñida a nuestra mente; ella crea una nueva naturaleza que evoluciona nuestro carácter y temperamento, cumple las funciones y características que describimos anteriormente pero como toda arma debe adquirirse, cuidarse y llevarse para todo combate, su preparación necesita tiempo, disciplina y práctica metódica y repetitiva (esforzando nuestra memoria) pero con una gran diferencia:
Las horas de práctica que invirtamos en una espada común sirven solo para nuestra propia satisfacción, en cambio el aprendizaje, la práctica y aplicación de la espada del espíritu (la palabra de Dios) es para nuestra vida eterna.
El Señor te bendiga
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