Nuestro caminar
por la oscuridad del desierto
Todos conocemos el concepto de oscuridad; podemos
definirlo como falta de luz, un mundo de sombras, un color negro que nos
invade, etc. Así también podemos definir desierto: un lugar interminable, seco,
árido y de calor intenso, desolado y, por supuesto nuestro deseo es el de ¡no
estar ahí!; puede estar cualquiera menos
nosotros que preferimos la playa, un hotel de montaña o estar cómodamente
sentados en nuestra casita; o sea en
nuestra “zona de confort”.
No
obstante, debido a que somos peregrinos
en esta tierra, nuestro espíritu constantemente entra, está dentro o sale de un
desierto; este lo constituyen los problemas, una difícil situación económica,
una enfermedad en nosotros o en nuestros seres queridos, o bien situaciones
adversas por causas que salen fuera de nuestro control: un despido, un choque,
un accidente, un divorcio o separación o
una traición hacen que caigamos desde lo alto y sin paracaídas en pleno
desierto.
Cuando
nos sucede lo anterior empezamos a ver a nuestro alrededor y nos sentimos
desprovistos de toda protección, desamparados tenemos sed de palabras,
sofocación de emociones, nos arrastramos en la arena de los problemas y el
intenso sol del estrés quema nuestro ánimo, es así como desfallecemos esperando
una señal de cielo que sentimos que nunca va a llegar a tiempo.
Antes de este terrorífico final pasamos por varias
etapas, el orden puede ser otro, podemos
tener algunas o nos quedamos estancados en otras:
- La etapa del “ahorita pasa” nos encontramos con el problema y
pensamos que tiene una rápida solución; que no hay de que preocuparse
- La etapa de la esperanza: han pasado
los días y no encontramos la solución, sin embargo no perdemos la fe de
que todo salga bien.
- La etapa de la presión: es cuando
empezamos a forzar las cosas para solucionar de un tajo, aquí empieza el
mal carácter, buscamos nuestra manera de hacer las cosas, obligar a la
personas, ¿nadar contra corriente?
Ya veremos.
- La etapa del reclamo: empezamos a
reclamarle a todos los que nos rodean, reclamamos a Dios el porqué de lo
que está sucediendo. No hayamos respuesta: “Dios no está” creemos que no
nos escucha, nos enojamos y discutimos con él: que conflicto: está o no
está, ¿si no creo que me escucha
porque le reclamo? …No sabemos
- La etapa de la culpabilidad empezamos a culparnos nosotros mismos por
lo que ha pasado, pensamos ahora que Dios no nos contesta porque somos
pecadores, estamos sucios y no
merecemos ayuda porque hemos
pecado, de ves en cuando dialogamos con nosotros mismos:
-¿será que Dios
tiene preferencia?
...bueno pero
Abraham, Jacob y los otros también sufrieron
…si pero lo
pasaron…bueno pero eran santos
-Pero yo no soy
tan malo, ¿que he hecho para merecer esto?
…te parece poco la
vida que has llevado
-pero no dicen que
cuando uno nace de nuevo es una nueva criatura
…y si las cosas
viejas pasaron porque sigo con este sufrimiento
¿Bueno
pero donde está Dios?...
- La etapa de limpieza: Realizamos una observación interna e
iniciamos deliberadamente los ayunos, las oraciones, los sacrificios,
leemos la palabra, empezamos a diezmar
y ofrendar sin planificación y
sin voluntad. Pensamos en el intercambio: doy para que Dios me de.
- La etapa de resignación:
esta es una de las más difíciles: es cuando nada de lo que hicimos nos
solucionó el problema; pensamos que Dios no contestó, ya no leemos,
escuchamos la palabra pero nuestra mente nos dice: eso no es para mí. Es
la sequedad de la fe, la frustración, la desilusión y la desesperanza.
- La etapa del extravío:
seguidamente nos separamos de las cosas de Dios, pensamos que no tiene
caso congregarse, vemos que Dios “prosperó a todos” menos a nosotros, curó
a todos menos a nosotros y nos resentimos con él deseando que ya termine
todo y esperando morir.
Mi amigo, mi amiga; crees que solo te está
pasando a ti, te diré una cosa yo lo he vivido, me he sentido tan solo y tan
desamparado y he estado tan desilusionado de luchar sin resultados que solo
espero que llegue la noche para tomar un somnífero y dormir. Mi mente le
reclama a Dios constantemente y me siento culpable; he pedido perdón mil veces
por pecados que sé que ya Dios perdonó, me siento sucio sabiendo que Cristo me
lavó de mis pecados y he perdido muchas veces la esperanza sabiendo que Dios
tiene todo bajo control.
Es duro; nuestros ojos
duelen porque están secos de tanto llorar y he escrito esto en pleno desierto sabiendo
que un vaso de barro no puede decirle al Alfarero que hacer; solo podemos
esperar y dar buen fruto. Pedro lo sintió cuando negó al Señor Jesucristo
después de caminar con él tres años y después de asegurarle que nunca le iba a
fallar, Jeremías se lamentaba del sufrimiento, Job lo vivió hasta en su carne,
Sansón sufrió ciego y esclavizado, José fue despreciado y vendido por sus
propios hermanos, Abraham sufría días intensamente cuando supo que tenía que
sacrificar a su único hijo, al cual amaba; Moisés sufrió en el desierto
sintiéndose forastero y dueño de nada después de que había sido príncipe de
Egipto, Pablo quedó ciego y enfermo por mucho tiempo, además de sus
sufrimientos, persecuciones y
maltratos; Jacob tuvo que huir de su casa porque su propio
hermano lo iba a matar, Noé humillado, incomprendido y burlado por hacer un
arca donde ni siquiera llovía, Elías cayó en depresión y desesperación
perseguido por sus enemigos y Jezabel ;
los apóstoles murieron martirizados y el mismo Señor Jesucristo lloró y sufrió
y fue abandonado por sus mejores
amigos; y en la cruz, recuerdas una de
sus palabras: “Dios mío Dios mío porqué me has desamparado”.
Pero después del desierto de sufrimiento, soledad y dolor
todos tuvieron victoria: todos dieron agradable aroma y buen testimonio en sus
pruebas. ¿Piensas que es muy tarde para que el Señor te llame, te entregue un ministerio
o haga su obra en ti a tu edad y con tus limitaciones? Pregúntale a Abraham que
vio cumplida la promesa de un hijo a los 99 años, pregúntale a David que fue
rey después de vivir en cuevas perseguido como un criminal, pregúntale a Pablo
perseguidor de cristianos experimentando el perdón y la misericordia de Dios en
él; pregúntale a José después de ser vendido, esclavo y en la cárcel fue
segundo después del Faraón de Egipto; y pregúntale a Juan el Bautista cuando ante burlas y amenazas preparó el camino
al Señor y cuando el mismo Jesús dijo de
este profeta las palabras mas bellas.
Mi amigo, mi amiga en tiempo de prueba, de desierto ¿cuál
es el perfume que sale de ti? ¿Cuál es tu testimonio, cuáles son las palabras
que salen de tu boca y cuál es tu declaración de fe y confianza en el Dios Todopoderoso?
Para sobrevivir en el desierto se necesita amor por la
vida, excelente actitud positiva ante la adversidad y ser diligente orando y
pidiendo dirección y sabiduría a Dios para encontrar la salida.
En tu desierto Jesús es el Agua Viva que te da la vida,
tú decides si te dejas morir o lo buscas y le pides que te dé la victoria.
Los camellos y mercaderes que Dios te envió con tu
provisión ya vienen de camino a tu encuentro. Solo resiste un poco más, solo un
poco más.
Que Dios te bendiga
Escrito por:
Luis Gustavo Ramírez. Renshi
senseiluisgustavo@hotmail.com
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