martes, 16 de octubre de 2012

El servicio al cliente y los asuntos de Dios



Por Luis Gustavo Ramírez



Cuando nos sentimos desplazados por la sociedad, tristes o es violentada nuestra integridad de alguna forma en oficinas públicas o privadas debido a que atienden primero a alguien que estaba detrás de nosotros  porque,  según el personal de servicio, es más importante o tiene un asunto “más primordial” que el que nosotros traemos, o cuando nos maltratan o nos atienden de mala manera o bien;  no nos solucionan el problema siendo su responsabilidad  entonces  nuestra mente empieza a trabajar muy rápidamente y nos molestamos. Por supuesto es una reacción normal; a nadie le gusta que prefieran más a otro que a uno mismo o que pisoteen nuestros derechos.

 En estos momentos viene el orgullo, los principios de respeto que nos inculcaron  nuestros padres y decidimos reclamar haciendo valer nuestros derechos, nos quedamos callados esperando otra vez nuestro turno o bien;  nos vamos sin decir una palabra tragándonos con aceite nuestra frustración.

 Lo anterior es algo de todos los días,  pues la mayoría de los funcionarios de servicio al cliente se olvidan de cumplir el papel correcto dentro de la empresa, no han recibido la capacitación adecuada o sencillamente no poseen el perfil correcto para desempeñar dicho cargo; diríamos don de gente?  No sé.

Son pocas las empresas de hoy en día que escogen cuidadosamente el personal idóneo para atender al público y no son todas las personas que califican para este papel tan importante.

 Los primeros segundos de una atención constituyen el momento de verdad, que es cuando el cliente, paciente o huésped se forma una impresión de la empresa a la que está recurriendo. Dejar a una persona esperando mucho tiempo, atender a otra persona que estaba después de nosotros, atender de mal modo, con tono incorrecto o bien  atendernos apresuradamente para salir del paso y dedicarse a otras tareas “mas importantes”  constituye una deficiente atención, una debilidad inmensa en la empresa  y un perfil non grato de la persona que atiende.

De nada sirve una excelente fachada, poner uniformes a los empleados, un gran capital invertido en publicidad  y apariencia  cuando en el momento preciso no se da una adecuada, pronta y solícita atención.

 Sucede en los gimnasios cuando las recepcionistas atienden mejor al que les interesa, los instructores van detrás de la mujer que les atrae para cortejarla dejando a los demás clientes al libre albedrío sin importar si alguien se lesiona o no; en el administrador que no supervisa y no sabe lo que está pasando porque le da miedo  ejercer la autoridad correspondiente y hasta errores garrafales del dueño que a veces por andar en “otros negocios” abandona uno de ellos.

 Puse el ejemplo de un gimnasio pues en las empresas públicas y privadas sucede lo mismo y a veces con mayor gravedad.

 La mala atención se iguala con un frasco de precioso cristal  pero  con el contenido de alimentos descompuestos dentro: una vez que se destapa contamina todo el ambiente a su alrededor; por eso,   las gerencias deben asegurarse supervisando diligentemente su servicio al cliente pues a la postre errores de esta clase les va a costar  muy caro,  esto es: la pérdida de clientes existentes, nuevos y potenciales: el activo más importante para la salud y longevidad del negocio.

 Y qué hay de las iglesias: podemos encontrar también problemas, no en todas por supuesto,  pero pueden darse situaciones peligrosísimas si   el pastor  nunca  tiene tiempo para sus  ovejas y si su  orgullo y amor propio aleja la unción, con el consejero que no sabe escuchar, el maestro que no se prepara a conciencia y se fundamenta  en la Palabra, el profeta que no mantiene el fuego encendido de su corazón y el oído consagrado al Señor, el ministro de la música que no busca la santidad y relación con el Espíritu,  el pastor de jóvenes que desea ser idolatrado y el evangelista que piensa  que ha alcanzado la sabiduría absoluta.

 ¿Porqué se van los fieles de una iglesia? por resentimientos, por ubicación (algo lógico y aceptable),  por facilidad de horarios de los servicios (también necesario en estos tiempos de trabajos y responsabilidades con jornadas irregulares), porque se lo llevó el Señor a su eterna morada (¡no puede uno negarse a este llamado!)  Pero  lo más grave: se van   porque encontraron otro lugar que llenó sus expectativas; porque nunca los escucharon o porque  el líder no tuvo tiempo o cuidado para con ellos.  En este sentido: cual fue el error o debilidad que tenía la iglesia para que se le dejara, supo el pastor la razón; le importó, o quizá los fieles no se lo comunicaron; que delicado es este asunto; a Dios gracias no pasa en todas.

 
Un pastor  podrá delegar funciones pero su don es su bendición y su responsabilidad ante Dios y ante la congregación, y el don mi amigo, mi amiga  no se delega.  Juan 10:12-13 dice: “Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas”

 Día con día los gerentes, propietarios y administradores responsables se preocupan porque su negocio dé frutos; realizando reuniones, sesiones de orientación (coaching), dando motivación y premios a los empleados para destacar su labor  y fortaleciendo su imagen con el propósito de expandir y hacer crecer el negocio, es decir ; buscan la prosperidad y trabajan por ella.

 Recuerdan cuando de niño el Señor Jesús dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Más ellos no entendieron las palabras que les habló. (Lucas 2:49-50).

Yo me pregunto: después de que  una persona recibe a Cristo y nace de nuevo ¿qué seguimiento le da el pastor, el líder o el ministro para que no regrese a su estado anterior y decaiga? Y el que ya está en la iglesia ¿está recibiendo orientación para que su nivel  crezca? ¿Y qué hay del que tiene un gran potencial y necesita ministración de un pastor que tenga verdaderamente la armadura de Dios?

 Una naranja podrida pudre a las demás y a la postre daña con moho, humedad y mal olor  al canasto que las contiene, aparte que atrae insectos indeseables, cabe aquí lo que se nos enseña: Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas”(Cantar de los cantares 2:15)

 Entonces es en nuestro hogar, nuestra empresa, el lugar donde trabajamos,  nuestra iglesia y donde nos capacitamos que debemos cuidar el servicio, los pequeños detalles, el cuidado con nosotros mismos y con los demás; lo que habla nuestra boca, lo que dicen nuestros gestos y nuestra responsabilidad de acuerdo al don que tengamos o al puesto que desempeñemos: eso mi amigo, mi amiga  refleja nuestro testimonio.

 Y ni que decir de lo que debe hacer  el pastor, el líder, el gerente o el jefe. ¿No fue el mismo Señor Jesús que se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre porque vino a servir y a dar su vida por nosotros?  y si el discípulo no es más que su Señor ¿porque pretendemos nosotros ser servidos?

 Debemos meditar qué estamos haciendo:      porque...

 ”Para muestra un botón; los demás a la camisa”

 
Dios te bendiga


Escrito por Luis Gustavo Ramírez. Renshi
 
 
 
 
 
 

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